Conociendo Kamakura, una interesante visita cerca de Tokio

Este día teníamos preparada una visita a Kamakura, que es una pequeña ciudad costera, muy interesante de ver, situada a unos 50km al suroeste de Tokyo. Salimos temprano para ir a la estación Ueno, donde teníamos que coger un tren hasta la estación de Tokyo y de aquí unos 50 minutos en otro tren, la JR Yokosuka Line, hasta Kamakura. Todo por líneas JR, por lo que usamos nuestro Japan Rail Pass. Camino a Ueno, que nos caía a 1,5km o así de nuestro hostal, compramos algo para desayunar en un Family Markt, que como ya hablé en algún artículo anterior, es una de las muchas marcas de tiendas 24 horas que hay en Japón, donde se puede comprar prácticamente de todo.

Kamakura

Kamakura está rodeada por montañas y la bahía. Es una ciudad famosa por sus templos y santuarios, pero sobre todo por el Daibutsu, el gran Buda de bronce y 13 metros de altura, que está en el templo de Kotokuin.

Gran Buda en Kamakura

Por el camino a Kamakura empezó a llover, pero era muy poca cosa en comparación con la que empezó a caer al salir de la estación. Si unos días antes en Hiroshima nos pilló de lleno el tifón Halong con lluvias torrenciales, ese día no fue menos y ya estaba llegando a esta zona de Japón en forma de lluvias fuertes y viento. El camino de la estación al templo era un paseo de poco más de 1km, pero con este tiempo era imposible andar y estuvimos esperando debajo de un puente a que parara algo. En la foto no se aprecia bien, pero era tremendo lo que estaba lloviendo.

Refugiándonos de la lluvia al paso del tifón por Japón

El Gran Buda de Kamakura

Un rato después paró algo de llover y fuimos al templo Kotokuin, que era lo primero que íbamos a visitar. Aquí es donde está el gran Buda. Antiguamente el Buda estaba dentro de un antiguo templo, que en el Siglo XV fue destruido por completo por un tsunami, quedando el Buda intacto tal y como está ahora. Desde entonces, ha permanecido allí aguantando varios terremotos y estando a la intemperie.

Buda de Kamakura, de lejos

Es posible entrar en el interior del Buda gigante por un pequeño precio de unos 60 yenes. Dentro realmente no hay mucho que ver, solo la estructura hueca interna y algunos carteles informativos de la historia de la estatua. La entrada general al templo es de 200 yenes.

Interior del Buda de Kamakura

Una recomendación para los turistas que vayan a ver el gran Buda, es que no compren el típico Buda en miniatura que venden dentro del templo, ya que su precio es perfectamente el triple de caro que comprándolo solo unos metros fuera del templo, exactamente igual.

A unos 500 metros al sur del templo Kotokuin y del gran Buda, está el templo Hase, de la secta Jodo, famoso por albergar la estatua tallada en madera de Kannon, de once cabezas. Pero este templo más que por la estatua de once cabezas, es famoso por las miles de estatuas de Jizo, el buda de los viajeros y los niños muertos, que hay por todo el templo. Las mujeres cuando pierden un hijo en un aborto o de otra forma, vienen aquí y colocan una estatua en cualquier parte de los jardines del templo. Hay miles por todas partes.

Pabellón del templo Hase
Estatuas de Jizo, en el templo Hase
Campana en el interior de este templo en Japón

Una de las mejores partes de este templo, son sus jardines y escaleras que te llevan a la parte más alta, desde donde hay unas muy buenas vistas de toda la ciudad y el mar de fondo. Desde aquí se veía el temporal que se estaba acercando a lo lejos y el fuerte oleaje.

Fuerte oleaje en las playas de Kamakura
Temporal a su paso por Kamakura

Al bajar de nuevo a la zona del templo, vimos otra parte que era la entrada a una cueva. Era un lugar curioso, había que andar encorvado por la poca altura de los túneles. Por dentro de la cueva había pequeñas “salas” con alguna estatua más grande y numerosas estatuillas muy pequeñas de plástico y velas que colocaba la gente.

Uno de los túenes de la cueva
Interior de la cueva con pequeñas estatuas

El templo Hase abre diariamente de 08:00 a 17:00 (de octubre a febrero cierra a las 16:30) y el precio de la entrada es de 300 yenes (algo más de 2€).

Después de pasar toda la mañana por Kamakura, que además de los templos y santuarios es una ciudad bonita para callejear, era hora de comer y lo cierto es que no había demasiados restaurantes, al menos por la zona que nos movimos. Vimos una pizzería solamente, yendo dirección a la estación. He de decir que en todo nuestro viaje a Japón, no comimos ninguna pizza, un alimento que no es para nada común allí. Entramos a ver qué tenían y al preguntar el precio nos dimos la vuelta. Costaba unos 20€ una pizza de tamaño “normal” que en realidad al enseñarnos la masa era tamaño pequeño. Parece ser que mientras en España una pizza es una comida barata y fácil de encontrar, allí en Japón es todo lo contrario.

Al ver que no veíamos nada aparente para comer, fuimos a la zona de la estación donde había puestos de comida y compramos una variedad de sushi para comer algo. También tengo que decir que el sushi no es tan consumido en Japón como creemos desde fuera. No es tan usual encontrarlo en los restaurantes. Suelen comer muchísimo más otras comidas.

Sushi japonés en Kamakura

De vuelta a Tokio

Ya de vuelta a Tokio fuimos a ver la zona del Palacio Imperial Kokyo, que es la residencia del emperador de Japón. Está a unos 500 metros de la estación de Tokio, donde llegamos desde Kamakura. El palacio está rodeado de agua con varios puentes de acceso y su entrada principal hay un cuadrado con jardines y amplias zonas de tierra. En una esquina está la estatua de Kusunoki Masashige. Solamente se abre al público dos días al año: el cumpleaños del emperador y el día 2 de enero, por lo que hay que verlo desde fuera y los jardines.

Entrada al Palacio Imperial de Tokio
Estatua de Kusunoki Masashige

Por suerte la lluvia ya había dejado y pudimos andar sin problemas y visitar la zona de Giza, que es un distrito que está cerca del palacio y la estación de Tokio, con numerosos centros comerciales y calles muy transitadas. Entre otras cosas, aquí pudimos ver el edificio de Sony, que tiene muchas plantas y es totalmente visitable gratuitamente de 11:00 a 19:00, viendo las últimas novedades tecnológicas de la marca.

Edificio de Sony, en Tokio
Edificios en Ginza

Un poco más abajo está el famoso teatro Kabuki-za y el Ginza Wanko, que es un edificio en la avenida principal con un reloj en la cima, muy conocido por los japoneses.

Teatro Kabuki-za

Lo último que teníamos planeado para ese día era ir hasta la torre Skytree, que es la segunda más alta del mundo con 634 metros y subir arriba. Esta torre está cerca del templo Sensoji, a unos 2,5km de nuestro hostal (desde allí se ve sin problemas). Es posible subir hasta unos 450 metros de la torre, aunque el precio no es nada barato (2000 yenes, unos 15€ hasta los 350 metros y 3000 yenes, unos 22€) pero ya que se está allí, la idea era subir. Así entramos en la torre buscando la taquilla para comprar los tickets, pero cuando dimos con ella nos dijo la mujer que atendía que ese día no era posible subir a la torre debido a las malas condiciones climatológicas (hacía muchísimo viento) por el tifón Halong que estaba sacudiendo ese día a Tokio.

Torre Skytree, en Tokio

Por lo que pudimos ver en las noticias, ese tifón que no nos permitió subir a la torre y que ya estaba llegando más débil a Tokyo, y que días antes nos pilló cuando estaba entrando por el oeste del país (aún sin tanta fuerza), había hecho que cientos de miles de personas tuvieran que abandonar sus casas, 4 muertos y se cancelaron 500 vuelos. Por suerte nos fuimos del oeste de Japón justo el día antes de que el tifón empezara a ser realmente fuerte, y ya a Tokyo llegó más debilitado.

Aun así, la torre se podía visitar en sus primeras plantas, donde hay tiendas y un centro comercial. No tardamos mucho en volver al barrio del hostal, intentando llegar hasta la estación de tren sin mojarnos porque volvía a llover con fuerza.

Javier Jiménez

En 2011 hice mi primer Inter-Rail y desde entonces no he parado de viajar. Siempre llenando la mochila de experiencias y desgastando suela por el mundo. Una de mis pasiones es escribir sobre mis viajes.

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