Cascada de Svartifoss, piscina natural de Seljavallalaug y auroras

Después de haber ido avanzando hacia el este por el sur de Islandia, llegamos a Höfn y ese fue nuestro punto definitivo. Este día volvimos sobre nuestro camino de vuelta hacia el oeste. Concretamente hicimos noche en Borgarnes, un pequeño pueblo al norte de Reikiavik. Pero por el camino, bastante largo, tuvimos oportunidad de realizar algunas actividades y ver algunos lugares que en días anteriores nos fue imposible por la climatología o el tiempo del que disponíamos, como la cascada de Svartifoss o la piscina natural de Seljavallalaug.

Vista de la cascada de Svartifoss en invierno

Cascada de Svartifoss

Así pues, una vez dejamos nuestro hostal en Höfn en el que habíamos estado las dos últimas noches, y tras desayunar, nos pusimos rumbo al oeste. El trayecto hasta Borgarnes era muy largo, de unas 7 horas si todo iba fluido. Por ello madrugamos un día más y empezamos temprano.

El primer objetivo fue ver la cascada de Svartifoss. Unos días atrás no pudimos ir hasta allí debido a las placas de hielo que había en la ruta de subida. Lo intentamos pese a que ponía un cartel de que no se podía, pero era realmente imposible. En información nos dijeron que se esperaban fuertes lluvias para los siguientes días (y así fue) y que quizás tendríamos suerte y a la vuelta (tres días después) podríamos acceder.

Llegamos al parking (hay que pagar si se deja el coche más de 10 minutos) donde está información, antes de acceder a la ruta, y nuevamente estaba el cartel indicando que el camino a Svartifoss estaba cerrado. Sin embargo ese día no había tanta nieve ni placas de hielo alrededor. Entramos y nos confirmaron que no se podía acceder, que era muy peligroso por las placas de hielo y que en todo caso habría que llevar crampones.

Pero claro, era nuestra última oportunidad y no nos podíamos ir sin ver la cascada de Svartifoss, que es una de las más bonitas e interesantes del sur de Islandia. Fuimos hasta el inicio del camino y, como días atrás, había una cuerda y un cartel diciendo que estaba cerrado. Sin embargo el camino, hasta donde nos alcanzaba la vista, no tenía mala pinta.

Decidimos arriesgarnos e intentar subir hasta la cascada pese a que estaba cerrado. Al principio el camino fue bastante sencillo. Apenas había placas de hielo y las que había estaban en los bordes y se podían evitar fácilmente.

Parte de la ruta hacia Svartifoss completamente nevada

Sin embargo conforme íbamos subiendo el hielo y la nieve aparecía. Las placas dificultaban mucho el andar. Había que ir con mucho cuidado de no resbalar. Algunos tramos se puede decir que eran de cierta dificultad, ya que es un camino muy empinado en ocasiones. Pero con cuidado y yendo lento en los tramos más peligrosos, poco a poco íbamos acercándonos al objetivo.

A mitad de camino, poco antes de llegar a otra cascada anterior, Hundafoss, empezó a nevar. Parecía que no era muy fuerte al principio, pero poco a poco nos dimos cuenta de que iba a más. Por suerte llevábamos un buen impermeable.

Y por fin, en la cima, después de pasar uno de los tramos más complicados del recorrido, vimos la cascada de Svartifoss al fondo. Pero todavía tocaba bajar un tramo completamente cubierto de nieve y por momentos los pies llegaban a hundirse. Estaba claro que si la ruta estaba cerrada, tenían un buen motivo. Pero ahí estábamos, arriesgando por ver esta famosa caída de agua. Al final mereció la pena.

La cascada de Svartifoss, nevada, al fondo

Nosotros hicimos la ruta de un solo recorrido ida y vuelta. No hicimos la circular, ya que esa sí que estaba completamente cerrada y creo que no era solo cosa de ese día. El recorrido total lo hicimos en unos 45 minutos. No es complicado en cuanto a fuertes subidas. En verano lo normal es que se haga en menos tiempo, supongo que no más de 30-35 minutos si andamos rápido. Con el hielo que había en el suelo no quedaba otra que ir despacio.

La cascada de Svartifoss es famosa por las columnas de basalto que la rodean. También se la conoce como la cascada negra. Se formó así debido al rápido enfriamiento de la lava volcánica.

La cascada de Svartifoss con las columnas de basalto

Como era de esperar, la cascada estaba completamente vacía. No había nadie allí ni se veía a nadie que estuviera llegando por la ruta, al menos en ese momento. Después de estar allí un rato echando fotos y vídeos, volvimos de nuevo al camino. Parece que apretaba la nieve y además quedaba mucho por recorrer durante todo el día.

Esta vez de vuelta al parking nos topamos con algunos turistas que iban hacia la cascada. Todos ellos con crampones en las botas. Alguno incluso nos preguntó, bromeando, que cómo nos atrevíamos a ir con las botas normales que llevábamos.

Ya en el coche de nuevo, volvimos a la carretera principal y continuamos dirección al oeste. Eran aproximadamente las 11 de la mañana.

Sorpresas por el camino e iglesia de Vík

Poco después nos topamos con una estructura de hierro que ya vimos días atrás y nos llamó la atención. Esta vez paramos. Se trataba de un trozo de puente que fue arrastrado por una fuerte inundación y bloques de hielo arrastrados, en 1996, por culpa de dos erupciones volcánicas. Una prueba más del riesgo siempre existente de la naturaleza en Islandia.

Estructura de hierro de un puente arrastrado por erupciones volcánicas

Por el camino, siempre espectacular, no dejábamos de echar alguna que otra foto y grabar vídeos. El tiempo ese día estaba un poco raro. A veces hacía sol, otras empezaba a llover y otras incluso hacía mucho viento y por momentos caía una pequeña ventisca. Queríamos que estuviera despejado por la noche para ir a cazar auroras boreales.

Sobre las 13:00h llegamos a Vík, el pequeño pueblo donde pasamos una noche unos días atrás. Queríamos ver una bonita iglesia que hay en la cima y desde donde hay muy buenas vistas. El aire en este lugar era bestial. Aun así, mereció la pena la parada. Dudamos si comer ya o esperar un poco y finalmente continuamos hacia la cascada de Skógafoss, donde ya estuvimos anteriormente.

La iglesia de Vík, desde donde hay bonitas vistas

Fue aquí, junto a la cascada de Skógafoss, donde comimos ese día. Durante el tiempo que estuvimos la climatología nos respetó. Incluso se estaba bien sin abrigo fuera del coche. Comimos en un camino donde no había nadie y con unas vistas estupendas de la cascada de Skógafoss. Dejo el punto en el mapa de abajo, para todos aquellos que quieran tener una imagen sin gente, ya que los turistas entran por otro sitio.

Vistas de la cascada de Skógafoss, desde donde no hay turistas

Piscina natural de Seljavallalaug

Y llegó la “locura” del viaje. Tenía apuntado en el mapa la piscina natural de Seljavallalaug. Está muy cerca de la carretera principal, por lo que apenas hay que desviarse. Eso sí, hay que andar un tramo a pie. Está cerca del volcán Eyjafjallajökull. No sabíamos muy bien qué nos íbamos a encontrar, pero allí fuimos a probar.

Después de andar un rato a pie sobre la nieve y tener que cruzar un pequeño río, llegamos a la piscina. Había muy poca gente, pero había alguna persona dentro del agua. Vimos que había unos vestuarios allí al lado. Fuera estábamos a unos 2 grados. El agua más caliente gracias al calor de la tierra en esa zona.

Desafiamos al frío que hacía fuera y, con bañador y pisando descalzos sobre hielo, entramos en la piscina natural de Seljavallalaug. Hay muchas de este tipo en Islandia. Es una actividad alternativa y muy interesante. Bañarse en mitad de la montaña rodeado de nieve por todas partes es una bonita experiencia.

Piscina natural de Seljavallalaug

Tras este pequeño reto, seguimos nuestro camino hacia Borgarnes. Durante el día habíamos tenido momentos de lluvia, un poco de nieve y sobre todo mucho viento. También algunos ratos de sol y mejor temperatura. Sin embargo al poco de llegar a Reikiavik todo se complicó muchísimo.

Nos cayó una tremenda nevada. Una ventisca muy, muy fuerte como no habíamos visto en todo el viaje. Temimos que cortaran la carretera. Quizás por estar cerca de la capital tuvimos suerte. Prácticamente al momento de empezar a caer la gran nevada, llegaron los quitanieves. Aun así se había acumulado mucha nieve en la carretera.

Gran ventisca de nieve con la que nos topamos en Islandia

Vimos cómo el tráfico prácticamente se paró. Un coche delante nuestra quedó atrapado en el arcén y tuvieron que sacarlo con cadenas. Todo en cuestión de 2-3 minutos. No se veía prácticamente nada a pocos metros.

Por suerte pudimos continuar nuestro viaje y, una vez pasamos Reikiavik, todo volvió a la normalidad. Es lo que tiene Islandia: el clima puede cambiar radicalmente en cuestión de minutos.

Para llegar a Borgarnes tuvimos que atravesar un túnel que tenía peaje. El único que vimos en todo el país. El peaje de Islandia para cruzar este túnel fue de 1.000 coronas islandesas (unos 8 euros).

Aurora boreal al norte de Borgarnes

Sobre las 18:30h, una hora bastante buena para lo que teníamos previsto, llegamos al hotel de Borgarnes. Aunque realmente no estaba en el pueblo, sino a unos 5km del mismo y bastante aislado. Perfecto para ver auroras boreales, como así teníamos en mente. El hotel se llamaba Hafnarfjall.

El responsable del hotel nos buscó información sobre las auroras y la probabilidad para ese día, aunque ya teníamos más o menos en mente al mirarlo en la aplicación para móvil. Nos dijo que el día estaba algo nublado, pero que había posibilidad de verlo allí mismo en el hotel y, si subíamos unos 30km hacia el norte, mayor probabilidad.

Según la aplicación y todas las previsiones, ese era el último día que podríamos ver algo. Decidimos ya poner toda la carne en el asador y tirar hacia el norte, unos 30km como nos dijo el hombre y cómo pudimos ver en la aplicación. Ya había que jugársela.

Después de cenar, volvimos al coche y fuimos a una media hora hacia el norte. La previsión no era muy optimista, ya que el cielo estaba muy nublado, pero había que intentarlo. Al final pudimos ver una aurora, cubierta por nubes, pero con bastante intensidad por lo que se pudo apreciar ligeramente. La foto que pongo, eso sí, se ve bastante mal.

Aurora boreal que vimos al norte de Borgarnes

Al día siguiente el del hotel nos dijo que se había visto una aurora boreal en la misma puerta. Al final no hacía falta haberse ido tan lejos para ver lo mismo. Pero bueno, era la última oportunidad que teníamos en una noche muy nublada y era la zona donde más probabilidad había. Al final, podemos decir que algo es algo.

Y así pusimos punto y final a este día por Islandia. Un día donde la climatología adversa estuvo muy presente en algunos momentos. Un día en el que recorrimos muchísimos kilómetros en coche, pero siempre viendo preciosos paisajes.

Mapa de localización

Javier Jiménez

En 2011 hice mi primer Inter-Rail y desde entonces no he parado de viajar. Siempre llenando la mochila de experiencias y desgastando suela por el mundo. Una de mis pasiones es escribir sobre mis viajes.

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