Primer día en China: primeras impresiones en Shanghai
Amanecía el sábado, 3 de septiembre, sobre las 7 de la mañana, y por fin llegamos a Shanghai. Estábamos bastante cansados del larguísimo vuelo (más de 12 horas), y estábamos deseando llegar a la casa de una amiga donde nos íbamos a alojar. Hacía calor, las mochilas pesaban, al menos tumbarnos media hora y coger fuerzas para empezar a descubrir la ciudad.


Nuestra amiga vivía cerca de la estación de Metro Jing’an Temple. Para ir hasta allí decidimos montarnos en el famoso tren Maglev, que va «volando» a 430 km/h, desde el Aeropuerto Shanghai Pudong hasta la estación Longyang Road Station. Ahí teníamos que hacer transbordo a la línea 2 de Metro, que pasa justo por Jing’an Temple.
Coger el maglev y luego el Metro. Parecía sencillo, pero la cosa se fue complicando y fue unos de los primeros momentos de desesperación del viaje, aunque estos recuerdos luego siempre merecen la pena 😉
La odisea para coger el metro
Todo fue muy bien en el aeropuerto, fuimos a la taquilla del Maglev y compramos los billetes de ida y vuelta (puesto que el lunes 5 volvíamos al aeropuerto para volar a Guilin). Aceptaban tarjeta, así que perfecto, porque no teníamos nada de yuanes en efectivo.

Salimos del Maglev y fuimos a comprar el ticket de Metro, pero no fue tan sencillo. Después de unos momentos buscando la entrada del Metro (cosas de la primera vez, muchos letreros en chinos, y un poco caos de edificios mezclados), descubrimos el primer problema: no aceptaba tarjeta, solo efectivo.
Entonces la misión se centró en buscar un cajero. Mientras salíamos a la calle, intentamos llamar a nuestra amiga para avisar que nos retrasaríamos más de lo esperado, pero solo sonaba un tono raro de llamada, con música en chino, así que genial. En China, sin dinero, sin poder ponernos en contacto con nuestra amiga, sin entender al 90% de la gente de la calle y sin Internet en el móvil para poder buscar algún banco.
Fuimos andando y andando sin ver ningún banco en el horizonte, y realmente empezamos a notar el auténtico caos de tráfico que hay en China. Cientos de bicis, motos por todos lados (muchas por la acera), los semáforos no se respetan del todo (hay excepciones de giro que te permiten pasar en rojo), los pasos de peatones existen pero como si no… aunque los propios peatones chinos cruzaban la calle con la mayor tranquilidad del mundo.

Hacía mucho calor y humedad, y las mochilas cada vez pesaban más. Entonces decidimos separarnos y que uno esperase en una zona tranquila de la estación, sentado, con las dos mochilas, y el otro fuese a la calle a la aventura en busca de un cajero, cruzando corriendo los pasos de peatones esquivando coches, motos…
Tras un paseo de 10 minutos allí encontramos el deseado cajero. Y además se podía poner en English (algo que no siempre ocurría). Funcionó bien y nos dio todo en billetes de 100 yuanes (equivale aprox. a 13€). Por fin, misión cumplida, pensábamos.
Fuimos a la máquina de metro y encontramos otro problema: solo acepta monedas! Necesitábamos alguien que nos cambiase. Aquí tuvimos suerte, fuimos a una chica que trabajaba en una oficina de metro y tras un «diálogo» nos entendió y nos dio cambio. Ya teníamos nuestros tickets!

Finalmente llegamos a casa de nuestra amiga sobre las 11 de la mañana. Tras dejar las maletas y descansar un poco, salimos a caminar por las proximidades, recorriendo algunas partes de La Concesión Francesa.
Primeras impresiones de China

– Agua: en China el agua del grifo no es potable. Por tanto, para beber en casa la gente suele comprar agua mineral embotellada. Es curioso que en muchos sitios (estaciones de tren, dentro de los trenes, aeropuerto, centros comerciales…) hay máquinas de agua caliente, a 95ºC o temperatura cercana, que usan para echarla en los termos de té o en los típicos fideos instantáneos que solo necesitan agua caliente para su consumo. Comían eso por todos lados.

– Toda la gente nos miraba: en Shanghai nos sorprendió porque fue el primer sitio de China que visitamos, pero el resto del viaje nos dimos cuenta de que cuanto más pequeña la ciudad (o menos turística) más ocurría esto. La gente nos miraba por la calle, en el Metro, en los restaurantes… los occidentales en China llaman mucho la atención, por tener rasgos faciales diferentes a los asiáticos. Si eres una persona que no aguanta que le miren, además sin ningún tipo de vergüenza ni disimulo, no te recomendamos visitar China.
– Las colas: esto es algo que habíamos leído antes de ir y se confirmó allí. En China no existen las colas para esperar. No entienden el concepto de «fila india» y prefieren arrejuntarse, entrar los primeros, y colarse sin ningún tipo de reparo. En el Metro no dejan salir antes de entrar. Es algo que hay que tomarse como un hecho y no darle importancia, pero a veces llegó a agotar nuestra paciencia.
– El tráfico: coches, buses, bicicletas y muchas motos, la gran mayoría eléctricas. En China el tráfico es un caos. Cruzar la calle un deporte de riesgo, aunque haya paso de peatones los coches no paran. Por la acera circulan las motos con total tranquilidad y un mal movimiento puede acabar en atropello…


– Bares sin aseos: en algunos bares preguntabas por el aseo, y cuando te conseguían entender te mandaban a la calle, a algún baño público o de algún edificio (con el que imagino que tendrían algún acuerdo). Algo inimaginable en España, donde (creo) por ley deben tener baño los establecimientos como bares o restaurantes. También era curioso en algunos baños (cada vez menos, se van modernizando) que el WC era simplemente un agujero en el suelo.
Concesión Francesa de Shanghai
Estuvimos dando un paseo por la Concesión Francesa de Shanghai. Esta zona de la ciudad se llama así porque los franceses la ocuparon tras ganar la Segunda Guerra del Opio contra el Imperio Chino. Fue gobernada como si fuese parte de Francia desde 1849 hasta 1946.
Es una zona donde se pueden apreciar calles con muchos árboles, menos habitual en el resto de la ciudad, y mucha mezcla arquitectónica, con algunas mansiones de gente adinerada que vivía allí.Tras estar caminando unas horas fuimos a comer a un restaurante chino pero con muy buen aspecto (en otras ciudades de China en las que estuvimos posteriormente era más difícil encontrar un local con esa apariencia limpia, con todo ordenado, menú en inglés, etc.).
Pedimos platos como arroz con verduras, ternera también con verduras, y el famoso pato laqueado. Sabía todo «muy chino», diferente a los mismos platos que servirían en un restaurante chino en España.

Fiesta muy occidental
Tras pasar por casa para dormir una siesta de 2 horas (necesaria por el jetlag), quedamos con más españoles, amigos de nuestra amiga, para cenar, tomar algo y disfrutar un poco de la fiesta de Shanghai, que para eso era sábado.Fuimos a cenar sushi a un japonés que estuvo bastante bien. Después, salimos por varios bares, la mayoría bastante orientados a occidentales. Uno llamado «Malabar» hacía referencia a la zona madrileña de Malasaña.


Finalmente, terminamos la noche en un pub llamado «Revolucion Cocktail«, donde el 80% del público era occidental, con algunos españoles. Los camareros hacían todo lo posible por animar la fiesta, desde echar líquido inflamable por la barra y prenderle fuego hasta subirse de pie en la barra y echar tequila directamente de la botella a la boca de las personas que se acercaban…
Al día siguiente teníamos que ver Shanghai. Empezamos por el Mercado de Matrimonios y terminamos viendo atardecer en el Bund.